Thursday, May 22, 2014

Acerca de: La música en el cine según Theodor Adorno y Hanns Eisler (Segunda parte).

Para un video tan compacto como Telesterion Onírico, se desarrollará una sola pieza musical que no dará plazo a un leitmotiv o repetición alguna enmarcada en un momento específico. La pieza buscada es un solo movimiento que se adapta paulatinamente a los cambios de tiempo (BPM) dentro del video, desde aquí, sí hay una supeditación o justificación óptica de la música, al ir supeditada a unos ritmos visuales. Sin embargo, en cuanto a la melodía y la facilidad o fluidez de esta, es algo que pretende no estar tan presente en la pieza musical de Telesterión Onírico, al tratar de explorar la escala cromática sin caer en predicciones al no haber una sucesión identificable bajo un patrón. Si bien hay una supeditación de la música ante tiempos de la imagen y del montaje, supeditarla también a una eufonía sería limitar las opciones de ese juego rítmico que aduce la imagen y esa exploración buscada para nutrir el movimiento del cuerpo, el que es también inesperado e incontable. Al pertenecer a una pieza de corte experimental, la música es un fundamental influyente dentro de esta, la danza debe ir guiada por una música que además, significa un gran porcentaje que define el tono de la obra. Por lo que la música, en esta obra, al contrario de lo que se suele plantear para el cine, no puede ocultarse y debe ser claramente oída al ser portadora esencial de sentido. El pretender ocultar la música, es relegar al compositor a un simple maquillista que debe dedicarse a cubrir espacios o errores con sus herramientas. Todo el color que ofrecía una música rica, libre y elaborada es descartado. Ocultar la música es eliminar un aspecto más que se podría admirar del filme, al cortar esa capacidad de máxima expresión y creación. La música del cine debería ser fuerte como para sostenerse por sí misma, sin la imagen, y para aportar esa fortaleza a engrandecer la imagen de la pantalla, a comprender la historia y aportarle sentido. Si bien una música puede recordar una idea o situación del film (aunque sea por leitmotiv, como he mencionado), debe tener la belleza para ser escuchada por aparte y crear su propio signo, llevar en sí el simbolismo.

Ya que la música en este caso busca ser par a la imagen, la ilustración no se ve presente, mucho menos como es planteada por Adorno y Eisler, es decir, como un fiel espejo que sigue a la imagen sin puntos intermedios. La música no es predecible, y si bien acompaña a la imagen, tiene un espacio para su propio desarrollo y experimentación como se estableció al principio.

Esta es una sola pieza de autoría, creada en conjunto a la pieza visual, lo que no da lugar a música stock ni recursos externos a la creación del compositor. Tal vez no sea tarea de novatos prometer que se evitará todo cliché y se creará una pieza novedosa y revolucionaria, sin embargo, se aspira a dar un suficiente espacio de exploración como para que la creatividad invoque lo novedoso, saliéndose de esos clichés, o al menos, no tenerlos presentes como parámetros a seguir.

Por último, al no ser esta una pieza dramática ni narrativa, no hay momentos en los que la música deba hacer a un lado la imagen o viceversa, hay una fusión y compenetración de ambas, dado que el experimental existe en cuanto se juega con la imagen tanto como con la música y el sonido.



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