Sunday, November 2, 2014

Si no le cuento lo que hago es porque solo me paso el día llorando.

Thursday, October 30, 2014

Amado

Extrañarlo tanto, con semejante fuerza que la mente pretenda que todavía sigue aquí. Que escuche sus sonidos entre dormida y llegue una oleada de su olor en la mañana desde 9,240 km de distancia.

Todo lo que yo creía sobre mí misma ha sido desmontado por este hecho, todo mi anhelo de independencia ha quedado en duda desde que esta soledad ha sido litigante. Me asusta pensar que lo extrañaré así siempre.

Como me cuesta entender que en ningún momento de la noche se abrirá la puerta, ni escucharé su saludo, ni serviré dos platos para cenar.
Como me cuesta que esta cárcel silente me persiga aún en la calle.

Aún no puedo creer que el susurro con el que me desperté a media noche no fuera suyo, ni fuera de nadie.

Amado: En la mesa, aún sigue esperando el café que te serví ayer en la mañana y la cama recién tendida.


Wednesday, June 18, 2014

Saturnino

Ignoré que te extrañaba hasta que volví a encontrarte (hasta que viniste para reencontrarme). Pero ahora quiero quererlo a él todo lo que a vos te quise, porque él lo merece, lo que en tu tiempo no mereciste.
Ahora necesito no volver a quererte.

Pero vuelve a doler como dolía antes. 

Cuanto me duele y cuanto me ahoga...

Rezo para que regrese a mí el poder de la indiferencia.

El mar de tristeza que ahora me llena, crece incontenible hasta escaparse entre mis ojos.






Saturday, May 31, 2014

Soles




Hoy el sol brilla para mí, y aunque no soy amante del calor, hoy recibo cada rayo con gratitud. 



Los vaivenes que atravieso se han vuelto impredecibles, ahora noto más que antes la magnitud de mis cambios. Nunca había notado lo abruptos y repentinos que son, lo poco que los entiendo o los controlo. No detecto lo que los ocasiona, sus causas ni motivos. Siempre que estoy abajo no sé por qué es exactamente. Solo hasta hace unos meses he comenzado a prestarle atención a mis rupturas, y aunque aún no las controlo, cada vez estoy más cerca de identificar sus orígenes y la real causa del problema. Estoy aprendiendo a entenderme, a conocer mis fobias, complejos y obsesiones. Desde el exterior ha llegado mi espejo que me ha ayudado a explorarme, que ha cuestionado todo lo que yo no había cuestionado sobre mí. Poco a poco, taciturno a veces.

Si he sentido ahogado mi pensamiento, ahora que reflexiono, son más frecuentes los espacios de luz de lo que eran antes. Me han iluminado, un sol de viejo mundo ha llegado para despejar mi espesa nube.





Thursday, May 29, 2014

Acá donde vivo.

En este apartamento vivo hace diez años, pero hay días en los que me siento como una huésped, hay días en los que la luz del amanecer incide en formas desconocidas, en los que entiendo que vivo en la casa de otro. Me cuesta mucho recordar cómo era este apartamento cuando recién llegué, de las porcelanas de mi abuela que ahora están escondidas en el chifonier, que fueron reemplazadas por el televisor y el vhs. De la pila de cuadernos y papeles que esconden al mueble de terciopelo verde de la sala. Del desorden incontenible en cada esquina, un tipo de desorden diferente para cada sección del apartamento. Sin embargo, el comedor sigue siendo lo suficientemente amplio como para bailar. Muebles de los 60 con electrodomésticos de los 90 y basura del 2010. Una cocina de ama de casa perfecta que ahora está podrida, media pared con baldosas caídas y el tendero remendado con cabuya. La habitación del servicio es una mezcla entre armario y cuarto útil. En el pasillo al final del comedor está el baño, diminuto, envuelto en papel tapiz color crema, con el lavamanos hundido, una ducha de puertas acrílicas amarillentas y paredes rellenas de cristanac verde oscuro. Este baño no tiene ventanas, el techo es de láminas acrílicas también, pero estas están rotas, dejando ver la tubería del apartamento de arriba. El baño con la luz más lúgubre y la vista más depresiva, entrañas de tubería expuestas, alambrado que sobre sale y puertas sucias siempre.



A un lado del pasillo está la habitación de mis abuelos, intacta desde los 80, a excepción del televisor, el año pasado se le cayó la perilla y mi abuelo tuvo que conseguir otro (regalado). En este cuarto no cabe nada más que lo que hay: una estantería con libros y cachivaches, una cama doble de colchón deforme, el armario y la mesa curvada sobre la que está el televisor nuevo. El baño de la habitación está completamente desbaratado, lo único que funciona es el sanitario y el bombillo.
El del lado es el cuarto de mi tía. Inexplicablemente ordenado, con una cama nueva, una elíptica al lado y el caos perfectamente escondido.
En el extremo opuesto del pasillo está mi cuarto, que a la vez es el de mi mamá. El cuarto que amo-odio, que pinté de verde hace 4 meses, con camas nuevas, metálicas de otro verde casi negro. Con un nochero victoriano de madera oscura, un tocador lleno de cofres y porcelanas (que no son de la abuela), afiches y fotos en el armario y detrás de la puerta, y un chifonier lleno de ropa, sobre el que está un televisor gordo de los ochenta, quebrado y sin botones. A mi cuarto, la poca luz que le entra es cuadriculada por una cobija de cuadros enormes verdes y naranja colgada en la ventana. La ventana nunca está cerrada, aunque la cortina sí, el atrapasueños de madera se mueve con la cortina cada vez que entra el viento, sonando a guadua seca.

Por las noches, todos los espacios del apartamento se iluminan con una luz mortecina de tungsteno. Casi todo, menos mi cuarto, iluminado con una cálida lámpara con pantalla tejida en crochet sostenida por una bailarina. Aunque todo el piso de la casa es de baldosa blanca, a veces debo caminar entre la ropa tirada para recordar que mi habitación tiene el mismo suelo.


Wednesday, May 28, 2014

Juan Rulfo (Parte II)

  Continuación del análisis a la entrevista realizada a Juan Rulfo por la Radiotelevisión Española en 1977.

  •    El proceso de creación no es propiamente tomando las cosas de la realidad, sino imaginándolas. Al escritor hay que dejarle el mundo de los sueños ya que no puede tomar el mundo de la realidad.

El escritor sí puede tomar le mundo de la realidad, pero si no lo impregna así sea de una gota onírica, entonces el escritor deja de ser poeta. Si la escritura permaneciera en la realidad, el hombre buscaría otros escapes para su mundo imaginario, crearía una revolución en pro de la imaginación. Para que la escritura permanezca en la realidad, no podrían haber hombres brillantes capaces de distorsionar la mirada. Si la escritura tuviera que permanecer en la realidad, el hombre enloquecería tratando de evitar al inconsciente. El escritor no vivencia todo lo que escribe, pero tiene la suficiente fuerza para crear un mundo paralelo (y a la vez una debilidad para evitar ese mundo) desde el que vive lo que escribe. Entonces, no es que el escritor no pueda tomar el mundo de la realidad, es que no puede deshacerse del mundo de los sueños.



   
  •   Los personajes son irracionales, actúan de forma irracional, y se les quiere caracterizar bajo el punto de vista de la lógica, pero estudiando a la gente, encuentro con que hay contradicciones constantes.

Tratar de simplificar la vida y de explicarla es una tarea hasta un punto obsoleta. En el análisis de la existencia sólo se puede concluir que esta es compleja, que no puede haber un esquema lógico que explique al hombre pues hay tantas lógicas como hay vidas. Vivir bajo la lógica, buscando permanentemente la lógica es de por sí absurdo. No hay, de por sí, forma siquiera de conocerse y comprenderse a sí mismo. Son tantas infinitas las situaciones, las posibilidades y los sentimientos como la forma en la que reaccionaremos a estos, es imprevisible. No creo que sea posible hacer un decálogo que establezca la forma de ser de una persona. Como todos los días amo un color distinto no puedo saber cuál es mi favorito. El humano es inabarcable, es así que un personaje no puede ser creado bajo la lógica porque ni yo mismo como escritor y creador de este seré capaz alguna vez de comprenderlo por completo. Lo obsoleto de la racionalidad.




*Las imágenes que acompañan el texto hacen parte de la obra fotográfica del mismo Juan Rulfo, todos los derechos permanecen otorgados.


Tuesday, May 27, 2014

Juan Rulfo (Parte I)

Análisis personal de la entrevista realizada a Juan Rulfo por la Radiotelevisión Española en 1977.

Juan Rulfo nació en Pulco, en un pueblo pequeño de calles retorcidas.
Durante la Rebelión cristera (1926 – 1928), a toda la gente de los pueblos pequeños la pasaron a vivir a los pueblos grandes, su familia perdió todo. Clausuraron los colegios y se fueron a Guadalajara. Los primeros meses de la revolución murieron sus abuelo y su padre, a los pocos años murió su madre. Por lo que vivó durante un largo tiempo en un orfanato que funcionaba como una correccional.

Iguazú - Gustavo Santaolalla

  •    Lo único que aprendí fue a deprimirme.

¿Sería Juan Rulfo escritor si su vida no hubiera estado ligada a la tragedia? Lo funesto y transgresor de sus relatos, la punta que perfora el corazón del lector depende de la tristeza del mismo escritor, es necesario que su mirada fatalista se extienda por su puño hasta la letra, en el camino ser inundado por la tragedia o ser desde el nacimiento proclive a ella. Es así que el escritor debe llenarse de una pasión pasiva, de una llama azul que incendia paulatinamente el discurso.





  •    He aprendido a vivir con la soledad.

Después de nadar por años entre la tristeza, ver que el dolor fue causado otros hombres, la salvación está en huir de la humanidad, generadora de la tragedia. Reconstruirse desde las voces internas nunca antes escuchadas por el bullicio de la compañía. La soledad viene a ser el templo de reafirmación personal, el lugar para el ser real. Es entonces que la soledad deja de ser un mal impuesto para ser el encuentro con mi propio ser, donde construyo mi estructura.






  • Los lugares en que estuve eran lugares tranquilos, pero el hombre no lo era. El hombre traía una violencia retardada, podía surgirle la violencia en cualquier instante.

Desde siempre he creído en la violencia como algo inmanente al hombre, la ira como un impulso difícil de controlar, el ser salvaje que aún subyace en la humanidad. Al igual que la tristeza antes mencionada, esta es una llama azul que se mantiene al interior de cada uno, pero a diferencia de la tristeza, el fuego de la violencia no se esparce paulatinamente, es un fuego fatuo que necesita ser incendio, es explosión inminente y oportunista.
El hombre civilizado se ha encargado de esconder todos sus fuegos, se encarga de permanecerlos azules y calmos para evitar la devastación de un incendio enrojecido.




Espacio



¿Dónde ha quedado en mi cabeza un fragmento para meditar? 
Con el cerebro invadido ya no hay espacios para cuestionamientos, ya no imagino ni analizo mi vida, no hay más un espejo en el que trate de reflejarme fuera de esta espesa ceniza que ahora me contamina. 
Toda la visión sobre mí misma y sobre el mundo está esfumada, está refundida entre cajones arrumados, llenos de mugre, de información adquirida involuntariamente y que han ido reemplazando lo que soy.

En la adolescencia siempre se teme a convertirse en un ente más que se une a la cadena, ahora que estoy superando esta etapa en mi vida, me doy cuenta que ya he entrado como un eslabón perfectamente acoplado, tan gris y oxidado como es posible. Todos los colores con lo que pude haber nacido se fueron tiñendo con tanto polvo. Ya no sé qué sucede en mí ni qué sucede afuera. Solo me cuestiono acerca de no cuestionarme. 
Mis retazos de magia están cada vez más refundidos entre la arena, con una identidad casi perdida he preferido entregarme a los remolinos de viento que me arrastran entre dunas.

Mi observación minuciosa del mundo ha quedado reducida a mirar la hora y saber la fecha, a predecir si lloverá o saldrá el sol, si podré dormir esta noche o no.

Hoy solo quiero sepultarme entre sábanas y olvidarme aún más de quien soy, perderme hasta no existir, desaparecer de este odiado cuerpo. Hoy deseo, como muchos otros días, no seguir siendo la persona que soy.




La Boa

Son apenas las 8 pm y La Boa ya se sumerge en la noche sin mayor timidez. No hay razón para temer cuando se es un referente medellinense del tango hace casi 20 años. Esto le es suficiente para traer a su encuentro un grupo variopinto de visitantes, desde los recurrentes clientes de antaño hasta parejas entre los 20 y 45 años. El bar me recibe hoy con Tango Canción de Gotan Project, más adelante me acogen con Mano a mano en la voz de Julio Sosa, para este momento me he sabido acoplar al ambiente.
Desde mi punto estratégico puedo observar todas las mesas del lugar. La primera mesa al lado de la puerta, está conformada por tres amigotes dicharacheros, encargados de la bulla del lugar. En la esquina izquierda, una pareja particular se lleva un buen tiempo de mi atención. Ella, una pelirroja de crespos frondosos y vestido vaporoso, acaricia tiernamente la mejilla de su amado, un hombre de ojos jóvenes y dulces, más delgado que ella, con tenis Nike y buzo de capucha. Combinan tan poco que me hacen feliz.
Una cerveza más es la excusa para acercarme al barman. Hablando con él me entero del reciente cambio de administración. El original dueño y fundador de La Boa, Iván Zuluaga, murió cuatro años atrás, lo que llevó a re-direccionar el lugar. Este re-direccionamiento implicó no solo un cambio de dueño, sino también de estilo, evidenciado en una nueva playlist con Bajo Fondo, Tanghetto y Gotan Project en primer plano.
En sus principios, La Boa fue uno de los bares tangueros de pura sepa, de esos de Cambalache, La Cumparsita y Caminito. Visitado por poetas, dramaturgos y en general artistas y bohemios, que se disponían a abstraerse en la cultura del tango.
Al terminar el recuento me doy cuenta de que la hora ha traído más visitantes, el calor amerita salir un momento. En el vano de la entrada dos hombres hablan de “viejas muy buenas, con culitos bien puestos”,  mientras desde el otro lado se acerca una mujer diminuta, desaparecida por la pobreza y el tiempo; sin embargo, ella no lo admite y pide una moneda para llamar a su casa. Aunque no suelo hacerlo, le doy algo, esperando que algún día le contesten y le abran la puerta. La noche sigue, mientras La Boa va arrastrándose por ella, persiguiendo una atrevida cucarachita que les pasa visto bueno a los comensales. Así va… cerveza y electro tango y a veces un poquito de tango, hasta que el himno nacional nos anuncie que está muy tarde y a la vez muy temprano, debemos volver a nuestro sagrado hogar.
Primero de Noviembre. Ya van dos meses desde mi última visita, todavía no puedo decir que me recuerdan ni me reconocen, no puedo denominarme asidua del lugar. Son las 7 de la noche de un jueves y emprendí camino un tanto escéptica del ambiente y la concurrencia de gente ese día a esa hora y en ese lugar, igual… hasta me sonaba mejor la idea de una Boa medio vacía.
Para mi sorpresa, el bar estaba lo suficientemente activo como para perder la noción del tiempo desde el momento en el que puse un pie adentro. El escenario pintoresco es envolvente, en cada rincón debo detenerme para observar las minucias de la decoración, boas trepadoras de vidrio, el Che en todos los ángulos posibles entre arañas plásticas que cuelgan del techo, pero esta vez yo vengo por historias. Jaime me abre un espaciesito en su barra mientras saca botellas, busca copitas y reparte tragos. Como un reto a su conocimiento, me invita a que le pregunte lo que quiera, él todo me lo cuenta. La historia debe comenzar con Iván Zuluaga, el hombre que dio a nacer este hito, el que hizo de La Boa su hogar, su cambuche, por lo que renunció a su familia para armar una nueva familia nocturna que lo visitaba para tomarse alguito entre perros, dos gallinas y Margarita, su boa, que según él, le hacía caso cuando la llamaba. Esta familia comenzó a formarse hace aproximadamente 45 años, cuando el tango todavía era la moda entre bohemios e intelectuales, cuando Manuel Mejía Vallejo era uno de ellos y sentaba a tomar güaro mientras escribía Aire de Tango. Así el bar fue ganando renombre, entre las chiripiorcas de Iván, en las que le daba por cerrar el bar y atender por una ventanita, porque el bar era de él y de nadie más y simplemente no se le daba la gana; contrastando con los días buenos en los que la gente de La Boa ocupaba no solo el bar sino media cuadra más. Curiosamente el nombre de este bar tanguero proviene de sus antecedentes salseros… El local antes de estar en las manos de Iván Zuluaga era un bar de salsa; con el único propósito de conmemorar a su anterior dueño, Iván retomó la canción preferida de este para nombrar su nuevo negocio.
Jaime me cuenta como en los últimos días de la administración de Iván, el bar se estaba apagando, ya no había como mantenerlo abastecido y los comensales iban desapareciendo. Los fieles que aún lo visitaban tenían que pagar el trago por anticipado para que Iván fuera a buscarlo en el negocio de enseguida. Entre esta mala racha y la vejez, Iván fue cediendo el negocio a nuevos administradores, y aunque se mantuvo el nombre, esta administración dio un vuelco de 180 grados a la línea tanguera del bar. Ahora La Boa era La Boa Jazz, con son cubano y bossa nova, alejando del todo a los asiduos restantes. De esta aún peor racha lo fue rescatando Jaime, hasta encargarse de él del todo desde la muerte de Iván. Y aunque él lo intente, La Boa no puede seguir siendo lo mismo que fue al principio, es una cuestión de época, de movimientos artísticos perdidos y relevos generacionales que no se equiparan a sus ancestros. Según Jaime, muchos de los visitantes actuales son los hijos y nietos de las anteriores leyendas que conformaban la familia nocturna del bar, sucesores que crecieron escuchando tango entre anécdotas vividas en La Boa. La excusa del electro tango es, como era de esperarse, este nuevo público modernizado que va a buscar innovación en un bar legendario. Pero Jaime, por supuesto, solo quiere complacerlos a todos.

Después de un buen rato de escuchar a Jaime entre recochas con el resto de mujeres en la barra, creo que es justo y necesario volver a mi mesa donde mi acompañante abandonado espera a que lo des-abandone. A media luz veo dos hombres entrar y salir, pedir otro trago para salir y volver al rato, una mesa con dos novias muertas de la risa que son visitadas por otras dos amigas al rato, la barra en la que estuve, con sus respectivas mujeres y un hombre desentonado escuchando los chistes de Jaime. Todos van y vienen, salen y vuelven, los miro y luego los imito, hasta la hora de despedirme del bar, de esta boa que cambia de piel cada mes.

Nohelia F.

 

Monday, May 26, 2014

Domingo refundido

Ignacio no entendía cómo la gente disfrutaba del canto de los pájaros al amanecer, del histérico chillar de esas malditas urracas, de loros encrespados que gritan al lado de su ventana cada domingo por la mañana. Es como si a la gente no el importara dormir, cuando les debería importar más que a él, que no tiene que madrugar. Entre el ruido incesante y el violento sol chuzándole la retina, solo pensaba en construir una cauchera gigante para matar los pajarracos y de paso darle al sol, apagarlo aunque sea un ratico. O tener un control remoto con el que pudiera controlar el sonido ambiente y la temperatura del clima, un audio-termostato. Pensó también que debió haberse dedicado a ser inventor, que se le ocurrían aparatos y mecanismos ingeniosos para solucionar pequeños problemas que la gente soportaba resignada. Pero no, esa era una idea muy romántica, ser inventor en estos días implicaba ser ingeniero subordinado de una empresa en la que tardaría años en ascender. Y en una vida así, seguramente odiaría el triple a los pajarracos que le quitan horas de amado sueño. De todas formas, no podría patentar su cauchera gigante, pues tendría unos cuantos problemas con los defensores de animales y ambientalistas.
Sin forma alguna de volver a conciliar el sueño, se levantó con la boca seca, buscando a tientas el pocillo que suele dejar al lado de su cama. Toma un trago de agua trasnochada y se levanta sin saber muy bien qué hacer. Igual… un domingo no se hace nada, pero le costaba decidirse entre hacerse desayuno, ir al baño, poner música o llamar a Elena. Sin darse cuenta ni pensar en lo que hacía caminó hasta el sofá, se puso la chaqueta, los tenis sucios de siempre y cogió las llaves.
Cuando cobró conciencia, estaba parado en la puerta de vidrio del edificio, mirando el horrendo sol que en realidad no dejaba ver nada. No sabía si valía la pena salir a quemarse el pelo durante poco más de dos cuadras por una simple cajetilla de cigarrillos, pero tampoco creía que valía la pena devolverse cinco pisos de tediosas escaleras solo por unos minutos de sol. Después de hesitar, levantó los hombros en un gesto de indiferencia y cruzó la puerta.
La calle lo golpeó con su calor y ruido, se sentía abrumado. Todavía un poco confundido comenzó a caminar torpemente por el camino habitual hacia la tienda. Como lo predijo, el sol azotaba su cabeza, calentándolo más de la cuenta. Maldijo haberse puesto esa condenada chaqueta, aunque siguió caminando con la mirada al piso y ella puesta. ¿Por qué había tanta gente en la calle si era domingo? De pronto se equivocó de día y era lunes, no se explicaba cómo alguien podía decidir hacer un trasteo la mañana de ese día. Igual… los lunes él tampoco hacía nada.
Una de las futuras vecinas lo saludó con una sonrisa en la cara: ¿Qué más vecino? ¡Ya dentro de poco terminamos!
¿A él qué le importaba? ¿Qué hacía esa gente cargando muebles con este clima? De pronto ellos se preguntaban lo mismo de su chaqueta. Sin cambiar su ceño arrugado y gesto de fastidio pasó mirando a la familia sin decir palabra. Sólo necesitaba terminar rápido su recorrido.
Al llegar a la tienda, pidió una cajetilla de Gauloises, el tendero lo miró confuso mientras le señalaba el estante lleno de Kent y Piel Roja, era preferible ir a la tienda de la otra cuadra. Al salir, Ignacio pensó en lo tonto que era aferrarse a una marca de cigarrillos, no había mucha diferencia aparte de ser mentolados, de canela o normales. Cuando apenas comenzó a fumar, le era indiferente la marca que le dieran, no sabría distinguir entre sus sofisticados Gauloises o cualquier Montana comprado en el carrito en la esquina de la plazoleta. Ahora tenía que soportar una cuadra más bajo el sol. Sólo hasta que estuvo al frente de la tienda, con la puerta cerrada y la reja extendida, recordó que hacía dos semanas se habían mudado de barrio, y la próxima tienda quedaba lejos. Como por inercia, Ignacio siguió caminando, pasando al lado de la licorera en la que siempre encontraba lo que fuera, pero un domingo a esa hora no hay licorera abierta conocida.
Si se hubiera quedado, en realidad no habría tenido que escoger nada, estaría hablando con Elena, escuchándola decir las bobadas que le pasaron en el día, el reporte del morado enorme que no sabe cómo se hizo, pero que posiblemente fue en clase de baile, de cómo su profesora le vive corrigiendo la postura y le hace caer en cuenta de cuan lejos está de pasar de nivel. Después discutirían porque Elena cree que Ignacio no quiere escucharla, él tratando de apaciguarla mientras disimuladamente iba desayunando un sánduche hecho sin cuidado. Después, él la invitaría al apartamento, con lo que ella se contentaría, él podría colgar e ir al baño, ver televisión un rato y tratar de dormir. Sin embargo, seguía caminando, cada vez entre calles menos conocidas, más alejado de su edificio y en un barrio más escombroso. La gente que encontraba era desagradable, se sentía estúpido al sentir eso, pero todos esos rostros feos, pobres y grasosos le daban miedo, como si la gente fea fuera peligrosa. Quizás él era otro feo, sino que en vez de estar bronceado y tener barriga protuberante, era desgarbado y blancuzco. Parecía que estuviera entre otra raza esculpida bajo el sol infernal.

Le preguntó a una viejita que parecía confiable, por dónde podría conseguir cigarros, la viejita sin decir nada señaló insistentemente con la mano hacia su derecha. Después de tres cuadras, encontró una tienda en la que no tenía la más mínima esperanza, sin embargo preguntó por sus Galuoises, después de un rato del tendero haberse agachado tras el mostrador, vio en sus manos una caja con varias pacas sin siquiera empezar. Abrió una, y por la alegría, Ignacio le pidió tres cajetillas, aunque le costaron unas monedas más de lo acostumbrado, salió con una sonrisa indestructible, sobre la que el sol, los rostros feos y las condenadas chaquetas no incidirían. Ya podía volver a su apartamento, llamar a Elena y contarle su pequeña travesía. Pasó por las mismas calles agradecido con la gente, sonriendo a todos, despidiéndose del otro tendero y deseándoles buen día a los vecinos que continuaban en su trasteo. Subió las escaleras con un cosquilleo en el pecho. Al entrar, se despojó de la chaqueta no sin antes sacar el encendedor del bolsillo. Al abrir la cajetilla, en el preciso momento que desempacó el cigarrillo, este se deshizo en sus manos como si estuviera hecho de arena. Cada uno de los cigarrillos de las tres cajetillas compradas por Ignacio, terminaron en polvo con sólo tocarlos.
Nohelia F.


Centro


Llevaba más de una hora esperando, sentado en la única banca con todo el sol de las 2 de la tarde encima y estaba empezando a cansarse. Entre el tumulto de gente, los vendedores ambulantes y algunos transeúntes que pasaban cerca se quedaban mirándolo, como si le recriminaran esperar tanto tiempo a alguien, más con esa cara de estúpido que se imaginaba tener. Pero no… Tal vez era solo esa tonta paranoia que tenía por vicio la que le hacía creer que lo estaban mirando. Es más, de pronto era absolutamente invisible ante las vidas apuradas y urgentes de esa gente. El caso, es que era más fuerte la sensación de las miradas recriminatorias que la de invisibilidad, por lo que de un solo impulso, decide abandonar su banca infernal. El sol un poco más calmo y el aire más fresco le iban desenmarañando la mente. A Rodolfo realmente no le enojaba esperar horas, no tenía problema alguno en hacerlo todos los días, lo que realmente le perturbaba era no tener nadie a quién esperar. Rodolfo iba sacando de entre el gentío un collage de rostros candidatos a ser la persona esperada, siempre son caras amables, muchas de ellas bonitas y más que todo de mujeres. También podían ser hombres… un amigo estaría bien, pero era innegable la inclinación hacia las caritas de muñeca que se le atravesaban.
Al subir al bus tuvo el privilegio de escoger el asiento que quiso, con él eran tan solo cuatro pasajeros. Estratégicamente se sentó detrás de una nuca con silueta perfecta, piel traslúcida y cabello sedoso. A esta silueta, los ocasionales rayitos de sol que se colaban entre las ventanas le iluminaban los diminutos vellitos que le bordeaban el cuello. A Rodolfo le asustaba ser descubierto por los pasajeros (especialmente por la dueña del cuello dorado) mirando obsesivamente las minucias ajenas. Al mismo tiempo sentía cierto remordimiento en su acto pervertido, se sentía sucio, aunque ligeramente trataba de convencerse de que no era tan malo, de que todo el mundo lo hacía. La necesidad de tocar la cabellera de la observada era casi incontenible. Por un leve momento, dejó escapar su mano hacia ella, pero cayó en cuenta a tiempo del movimiento involuntario. Sin embargo, por un soplo de suerte, un pequeño rizo llegó a sus dedos que se sostenían del espaldar del frente, dejándolo sentir por un instante la suavidad de la onda.
Con un movimiento de cabeza precipitado la mujer miró a su alrededor, Rodolfo sumamente asustado se echó lo más que pudo hacia el espaldar de su silla, con los ojos llenos de pánico y el corazón retumbante vio que la chica cogía su bolso de la silla contigua y se dirigía hacia la salida del bus. Rodolfo no se atrevió siquiera a seguirla con la mirada, se limitó solo a lo que alcanzaba a ver con el rabillo del ojo.
Mientras pasaba el susto, dejó pasar también el instante en que se bajó la chica. Media cuadra después del bus retomar su marcha, volvió en sí e impulsivamente se paró, detuvo el bus y se bajo con el fin de seguirla. Corrió en dirección contraria al bus, esquivando a la gente en zigzag. No sabía muy bien qué estaba haciendo ni qué haría si la encontraba. Entre más avanzaba, la masa de personas se hacía más densa, se estaba acercando al centro de la ciudad y ya no era posible correr ni esquivar a nadie, solamente podía sumarse a la ola parsimoniosa en la que se movía. Para el momento en el que pudo zafarse de la muchedumbre había perdido esperanza, solo quedaba volver al paradero del bus. Retomó camino dejándose arrastrar un poco por el vaivén de la gente, se enjugó el sudor de la frente con la manga cuadriculada de su camisa, miró el reloj y con un resoplo resignado siguió camino. No tenía ningún deber tedioso que llegar a cumplir, ni ninguna obligación con nadie, pero la sola idea de volver a su apartamento maloliente y desordenado lo remitían a un destino de soledad y abandono perpetuo. Sentía que estaba destinado a no hacer más en la vida que ordenarlo,  inevitablemente desordenarlo, huir de él unas horas para luego volver a ordenarlo. Obviamente su vida estaba conformada por más cosas que su apartamento, pero era más fácil echarle la culpa a vivir allí de su soledad, en el fondo era más esperanzador, era solucionable.
Dándole largas a su destino, se desvió de su camino para entrar a una cafetería que desde hacía unos días le había llamado la atención. La mesera era una mujer entre los 35 y 38 años, con cejas pobladas y juntas, una leve sombra de bozo y un cuerpo regordete. La mujer hubiera sido una perfecta mujer barbuda de circo. Esperando su pedido dio un recorrido a los comensales entre los que se encontraba. Hombres merendando, una señora comprándole galletas a su ansioso hijo y un curioso hombre con una maraña de periódicos y libros sobre la mesa. Rodolfo fijaba de vez en cuando su atención en ese hombre hemeroteca, con una mezcla de curiosidad y cansancio causado por la decepción reciente. El café y el pastel traídos por la mesera parecían hechos por ella misma, inauditamente ese par de alimentos eran una descripción de ella. El café era viscoso y a la vez ceniciento, el pastel estaba frío y tenía una capa de manteca condensada que causaba repudio a primera vista. Rodolfo se limitó a agradecerle a la mesera y dejarla retirarse para alejar de sí la comida.
Sin intención alguna, al subir la mirada, Rodolfo hizo contacto visual con el hombre hemeroteca, que se levantó inmediatamente con los ojos incendiados y se dirigió amenazante hacia él. ¿Cómo en tan solo unas horas se puede sentir tanto pánico y variadas veces?
Para Rodolfo, las miradas lanzadas hacia el hombre no eran insistentes, e incluso habían sido inevitables dado que la mesa del hombre estaba en el campo de visión de él. En todo caso, las conocidas expresiones “¿qué tanto mira?” y “no busque donde no se le ha perdido” eran infaltables en los gritos del hombre. Rodolfo se levantó atropelladamente de su silla, dejó cualquier billete al lado de la comida y salió casi corriendo del local con los continuos gritos del hombre al fondo.

Entre angustia, confusión y rabia Rodolfo siguió caminando apurado, todavía huyendo. Cruzó calles atestadas de carros sin esperar siquiera a que le cedieran paso, empujó varias personas e hizo tropezar a otras, por lo que cada vez trataba de alejarse del lugar más rápido. Mientras seguía avanzando, miró hacia atrás para cerciorarse de que ninguna de esas almas iracundas lo estuviera siguiendo para vengarse, lo siguiente que sintió fue un fuerte tropezón con una persona, seguida de la caída aparatosa de ambos. Cuando Rodolfo se incorporó un poco, pudo ver que la persona con quien había tropezado era la mujer de cuello dorado, que ahora traía una bicicleta, caída en su regazo.

Nohelia F.

Sunday, May 25, 2014

Mi propia pesadilla.

Cuando se ve un cuadro como “Los amantes” de Magritte, pocas personas saben que el artista llevó a cabo un proceso de sublimación de uno de sus principales miedos y traumas de la niñez. Su madre se había suicidado lanzándose a un río. Cuando chico tuvo que ver cómo la sacaban del río cubierta por el mismo manto blanco que cubre a los amantes. Esta escena persiguió en pesadillas al pintor, que decidió llevarla al lienzo como un proceso de catarsis y superación. Pero en cierta medida, el sentido original de los amantes no se pierde, la imposibilidad del sentir, de la muerte de los sentidos. Sensación que es inevitable para quien mira el cuadro, sin siquiera tener que conocer su historia.

Los amantes - René Magritte (1928)


Si yo pudiera mostrarle mis sueños, si usted pudiera verlos, comprendería la eminencia de mi miedo. Me es mucho más difícil explicarle cuando para usted este es un hecho necesario, integral a la vida de la mujer.Es toda una cadena onírica la que ha sido sembrada en mí bajo este miedo. Pero considero que narrándole este sólo eslabón usted podrá comprenderme:Imagine una sala de interrogatorios dividida por un vidrio, con una luz mortecina y paredes en baldosa, pero en vez de una silla y un escritorio hay una mesa quirúrgica de metal. Acostada inconsciente en esa mesa metálica estoy yo, inconsciente. Al otro lado del vidrio están sentados mi anterior novio y su mejor amigo. Después de un silencio, con determinación le dice uno al otro: Sí, hagámoslo por cesárea.Aunque aparentemente yo estaba inconsciente, de alguna forma podía ver lo que sucedía. Miré hacia mi abdomen y, como si estuviera escrito, supe que tenía tres meses de embarazo. La cesárea no tenía como fin un parto, sino un aborto.Pude ver cada uno de los cortes que hacían, cómo extirpaban más de lo necesario, como entraban y salían instrumentos. A manera de castigo por mi embarazo.Cuando sacaron el feto, este estaba muerto, de su cuerpo azuloso salían alambres enmarañados de distintos grosores, algunos distintos a mí, como cordones umbilicales.


Saturday, May 24, 2014

Pesadillas (Parte II)

Estos fenómenos, sueño y pesadilla, aparecen como exorcistas de deseos y miedos, inevitables y necesarios en el hombre. Son a su vez el método de confrontación a los demonios. El umbral hacia el mundo que habitan, el canal por el cual podemos llegar a  conocerlos.

Es por este mismo carácter de inevitable y necesario, de inherente a la vida, que las manifestaciones del subconsciente, palpitantes y perturbadoras llegan al arte, con presencia impositiva y flamante. Es el momento cumbre revolucionario del arte en el que surge el surrealismo, para apoderarse completamente del desvarío y la locura a la que se expone el sujeto abierto al subconsciente.

Para los surrealistas el inconsciente es la región del intelecto donde el ser humano no objetiva la realidad sino que forma un todo con ella. Es a través precisamente de estas relaciones que se revelan los miedos, los deseos y las pulsiones que se esconden al interior del sujeto. Para lograr esto, los surrealistas utilizaron varios métodos, pero el más conocido fue el del automatismo, este consistía en encontrar un medio alterno en el cual se intensificaran los sentidos (con una base no racional) para que a través de la observación atenta, la intuición y la atención suspicaz se pudiera develar lo que se esconde en el inconsciente. Una de las formas cercanas al automatismo era dormir, despertar e inmediatamente trasladar el sueño vivido a algún lienzo o papel. Muchos surrealistas utilizaron esta práctica, pero fueron especialmente Magritte, Delvaux, Ernst y Dalí los que se interesaron más por el efecto de los sueños en el arte. Ellos se valieron en muchas ocasiones de elementos figurativos del sueño para crear toda una atmosfera onírica y delirante, en la cual se creaban inusitadas asociaciones entre objetos y monstruosas deformaciones.

Estas deformaciones -lo monstruoso que se esconde en el surrealismo- son precisamente las que más se acercan al plano de la pesadilla. Figuras oníricas como caballos, toros, elefantes, máscaras, la nada, la oscuridad, una habitación cerrada, un crucifijo y toda clase de figuras deformadas o monstruosas se pueden ver en el arte surrealista. No obstante,  todas estas figuras no son más que metáforas, metonimias y símbolos que representarían (según la visión freudiana aceptada por los surrealistas) nuestros más profundos deseos y nuestra parte más instintiva.

A través del arte surrealista se hacen visibles nuestros miedos. No podemos evitar estremecernos ante la observación directa de un cuadro de estos,  como es el caso por ejemplo del Cristo de San Juan de la Cruz de Dalí, cuya particular posición y rasgos fuertes nos provoca cierto temor. Nuestros miedos más inconscientes (y conscientes) son revelados a través de la observación de estas pinturas: A la muerte, al olvido, a la soledad, al dolor, a la carencia, entre otros. Los miedos están allí, viven, se reproducen, se agitan. En algunas teorías psicoanalíticas (Jung), se piensa que estos miedos son traspasados de generación en generación a través del inconsciente colectivo y lo que ha mostrado el arte a través de los siglos es precisamente la evolución y transformación de esos miedos; también cuales aún hoy siguen siendo comunes, siendo sin duda el principal el miedo a la muerte y a la auto-destrucción –que a su vez es una pulsión-.



Zdzisław Beksiński - 2004

Pero la invitación del surrealismo era precisamente a confrontar esos miedos, sublimarlos, hacerlos vividos para que su aire de misterio, terror y misticismo desapareciera. Parte de la búsqueda del surrealismo era que el sujeto, el hombre aceptara su propia monstruosidad que lo conforma y la multiplicidad deseante que se mueve por todos los senderos vedados del inconsciente

Pesadillas

El sueño es proveniente de situaciones en varias ocasiones consideradas nimias por el moldeado consciente, situaciones externas que vienen al hombre, receptor inadvertido: pequeños detalles, esporádicas imágenes o rostros desconocidos que son desdeñados por el cerebro despierto logran desbocarse durante el sueño, revelando la real fase primaria, no moldeada de este hombre. Entonces ¿somos auténticos sólo durante el sueño?

Por otra parte (o dentro de la misma) están las pesadillas, una subdivisión necesaria del subconsciente, la residencia de los demonios, el mundo en el que se vacía la caja de Pandora. Por el contrario, las pesadillas surgen no de impresiones momentáneas fijadas durante el día, no nacen como reproducción de vivencias. Las pesadillas son el germen de un sentimiento cultivado, de los temores adquiridos y las angustias que carcomen. Si bien los monstruos de las pesadillas no son reales, el miedo sí lo es. Se podría decir de cierta forma que, los sueños suelen echar mano de los estímulos externos a los que está expuesto el ser humano, mientras que las pesadillas aducen mucho más a los conflictos internos, son la oportunidad de develar la parte del subconsciente que se encarga del hombre mismo. Las pesadillas recurren a experiencias no vividas, a mundos inventados en los que nuestros horrores son factibles y  permanentes.

Los sueños y sobre todo las pesadillas, le revelan al hombre sus propios deseos, obsesiones y miedos más latentes. Los sueños explican a la persona misma el contenido primigenio de sus pensamientos que es sosegado por el consciente. Apelando a la categorización freudiana de los sueños, estas manifestaciones de nuestro ser “oculto” suceden sobre todo en los sueños pertenecientes a una segunda categoría, en la que aparecen elementos o situaciones que nos son comprensibles, pero que no son obvios ni explicables dentro de la vida consciente, es decir, que nos causan extrañeza al no tener relación directa con los hechos reales de nuestra vida. La primera categoría de los sueños no puede llamarse igualmente reveladora, pues se limita a reproducciones vagas o distorsionadas de las vivencias del día o un tipo de collage de recuerdos que no tienden a ser tenidos en cuenta, los sueños dentro de esta categoría suelen ser sueños en los que no ocurre más que la compensación de un deseo o la realización de una frustración. Es la forma evidente de nuestras necesidades, apegos y quereres. Es ese desconcierto y confusión de los sueños de segunda categoría los que llevan al hombre a evaluar y prestar atención a los posibles signos presentes en su sueño. ¿Qué es lo que la sabiduría de este sueño me quiere decir? Aún se le otorgan a  los sueños un contenido místico, poderoso y premonitorio. Como si fueran de la mano del horóscopo, los sueños dictaminan en muchas personas el humor del día, cambios en rutinas y formas de interactuar con algunas personas actuantes en los sueños. En civilizaciones ancestrales como la maya incluso hasta en el Islam actual, el hombre ha recurrido a diversas prácticas con el fin de llegar a un estado de conmoción que lo aproxime a su subconsciente, estos estados de la mente se han considerado niveles superiores que abren la conexión con otros mundos y fuerzas en el universo. Inevitablemente, este incremento de la capacidad receptora ante el subconsciente también propende al hombre a encontrarse con las partes oscuras y negativas en éste. Muchas de estas prácticas asociadas a todo tipo de drogas alucinógenas que ayudan a incentivar la apertura del inconsciente y la introducción del sujeto en un delirio onírico.



Los sueños pertenecientes a la tercera categoría bien podrían calificarse de “incomprensibles”. Estos son los sueños complejos, con elementos y situaciones anómalas cargadas de significados. Estos sueños son los más llenos de símbolos y pistas, de pronto son la manifestación más profunda y completa del subconsciente, sin embargo, su contenido resulta inescrutable para la población regular. Es por esto que el segundo sueño es ese punto intermedio a considerar ideal, ya que incita al soñador a develar su embrollo prometiéndole no caer en el fracaso.


El sueño es un espejo que traza al hombre que sueña, como lo propone Jean Cocteau en La Sangre de un Poeta: un universo alterno, un aleph en el que convergen realidades surreales. Mas las pesadillas, son el espejo negro que refleja incontrolablemente la neblina del ser, una neblina aterradora que sin embargo cautiva. Reside aún en las pesadillas la curiosidad por lo siniestro, por esos demonios que no solíamos conocer en nosotros. Esa facilidad para crear seres, mundos increíbles, de recrear lo incomprensible, la tentación en el enigma hacen de las pesadillas una bifurcación sobresaliente. El resplandor de la oscuridad. El mundo de este espejo es particularmente introspectivo, necesita de tiempo para su cultivo, que es en realidad el cultivo de los traumas, miedos, obsesiones y desequilibrios en el hombre, que comienzan a cultivarse desde la infancia y persisten en la adultez. Muchas de las pesadillas en la adultez son la reminiscencia de los temores adquiridos en la niñez. La pesadilla necesita de un proceso constante, de una reincidencia. Incluso, un sueño sin inicial trascendencia puede volverse tormentoso y angustiante si comienza a repetirse frecuentemente. Como si la repetición de un sueño fuera una alarma, un aviso urgente que no se irá hasta este ser resuelto o descifrado. La pesadilla, al fin y al cabo, no es más que el punto extremo, la exageración de un sueño. No se puede desligar la una del otro, la pesadilla es la extensión impactante del sueño.
 http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/67/Wife_portrait_by_Zdzislaw_Beksinski_1956-57.jpg
Wife portrait de Zdzislaw Beksinski 1956-57

Friday, May 23, 2014

Mi Aleph

En el caos de las ideas está el Aleph.
Me gusta pensar que nacimos conociendo el mundo y sus secretos en un embrollo de pensamientos e imágenes que se van fundiendo a medida que reemplazamos ese conocimiento por consciencia, por conocimiento práctico y mundano. Que somos reminiscencias de seres prehistóricos que se han quedado en nuestra memoria, como si en los genes guardáramos más sabiduría de la que podemos entender. 

Mi Aleph está en todos los recuerdos de mi infancia, en los conscientes y en los inconscientes, en los miedos y los sueños que recopilan mi historia en un collage complejo que se revela parcialmente.
Todas las ideas, imágenes inexplicable y pensamientos repentinos que han llegado a mí para perturbarme, son los impulsos que permanecen de mi conocimiento ancestral.

Me he alimentado de la tierra arcaica compartida con dientes de sable y hallucigenias, he aprendido a cultivar después de años de nomadismo a través de mil desiertos.


Thursday, May 22, 2014

De los cumpleaños y otras cuestiones

Cuando era chica, como a la mayoría de niños, para mi cumpleaños se hacía toda una parafernalia, una ceremonia hecha a mi gusto, con bombos y platillos, donde era la reina. A este punto, lo agradezco por la cantidad de amor que toda esa labor implicaba, pero no sé qué tan bueno haya sido para mi tontico cerebro.
Me comí el cuento de que cada 22 de mayo yo era suprema, el centro del universo, no había nada más importante ese día que mi felicidad.
Sin embargo, hoy me cuesta tener que deshacer esas costumbres con el dolor de crecer. Como si fuera una adolescente, todavía me duele saber que la realidad prima ante mis caprichos, ante todas esas cosas que solían primar en mi infancia. Todos estos años, el 22 de mayo ha sido una fecha agendada para un doloroso aprendizaje, una enseñanza que se va adquiriendo cada año a fuerza, con tormentas y decepciones que me hacen entender que ese día es tan regular, cotidiano o malo como lo es y puede ser cualquier otro. Que te tropiezas igual que cualquier otro lunes, que llueve igual que cualquier jueves, que hay deberes imprescindibles que la mayoría de veces acarrean problemas. He aprendido que entre más espero de ese día, más doloroso se vuelve, no solo por romper de golpe las expectativas, sino también por darme cuenta de lo obstinada que es mi cabeza, incapaz de entender que las cosas tienden a ir mal cuando se espera tanto, por no entender la nimiedad del asunto, porque el destino ha buscado esta forma para hacerme ver que sigo siendo mortal, con el dolor de la soledad, que se siente más que nunca, con la tristeza de no sentirse querido y con el miedo de saber que soy la única culpable de ello. Los cumpleaños son un año nuevo personalizado, en el que nos preguntamos quiénes somos y qué hemos hacho hasta el momento, y me asusta profundamente ver los resultados.


Quisiera poder vivir cada 22 de mayo como hace 7 años, congelar esa fecha para revivirla cada cumpleaños., ser una niña danzante al rededor de un pastelito con puntas de colores.



Acerca de: La música en el cine según Theodor Adorno y Hanns Eisler (Segunda parte).

Para un video tan compacto como Telesterion Onírico, se desarrollará una sola pieza musical que no dará plazo a un leitmotiv o repetición alguna enmarcada en un momento específico. La pieza buscada es un solo movimiento que se adapta paulatinamente a los cambios de tiempo (BPM) dentro del video, desde aquí, sí hay una supeditación o justificación óptica de la música, al ir supeditada a unos ritmos visuales. Sin embargo, en cuanto a la melodía y la facilidad o fluidez de esta, es algo que pretende no estar tan presente en la pieza musical de Telesterión Onírico, al tratar de explorar la escala cromática sin caer en predicciones al no haber una sucesión identificable bajo un patrón. Si bien hay una supeditación de la música ante tiempos de la imagen y del montaje, supeditarla también a una eufonía sería limitar las opciones de ese juego rítmico que aduce la imagen y esa exploración buscada para nutrir el movimiento del cuerpo, el que es también inesperado e incontable. Al pertenecer a una pieza de corte experimental, la música es un fundamental influyente dentro de esta, la danza debe ir guiada por una música que además, significa un gran porcentaje que define el tono de la obra. Por lo que la música, en esta obra, al contrario de lo que se suele plantear para el cine, no puede ocultarse y debe ser claramente oída al ser portadora esencial de sentido. El pretender ocultar la música, es relegar al compositor a un simple maquillista que debe dedicarse a cubrir espacios o errores con sus herramientas. Todo el color que ofrecía una música rica, libre y elaborada es descartado. Ocultar la música es eliminar un aspecto más que se podría admirar del filme, al cortar esa capacidad de máxima expresión y creación. La música del cine debería ser fuerte como para sostenerse por sí misma, sin la imagen, y para aportar esa fortaleza a engrandecer la imagen de la pantalla, a comprender la historia y aportarle sentido. Si bien una música puede recordar una idea o situación del film (aunque sea por leitmotiv, como he mencionado), debe tener la belleza para ser escuchada por aparte y crear su propio signo, llevar en sí el simbolismo.

Ya que la música en este caso busca ser par a la imagen, la ilustración no se ve presente, mucho menos como es planteada por Adorno y Eisler, es decir, como un fiel espejo que sigue a la imagen sin puntos intermedios. La música no es predecible, y si bien acompaña a la imagen, tiene un espacio para su propio desarrollo y experimentación como se estableció al principio.

Esta es una sola pieza de autoría, creada en conjunto a la pieza visual, lo que no da lugar a música stock ni recursos externos a la creación del compositor. Tal vez no sea tarea de novatos prometer que se evitará todo cliché y se creará una pieza novedosa y revolucionaria, sin embargo, se aspira a dar un suficiente espacio de exploración como para que la creatividad invoque lo novedoso, saliéndose de esos clichés, o al menos, no tenerlos presentes como parámetros a seguir.

Por último, al no ser esta una pieza dramática ni narrativa, no hay momentos en los que la música deba hacer a un lado la imagen o viceversa, hay una fusión y compenetración de ambas, dado que el experimental existe en cuanto se juega con la imagen tanto como con la música y el sonido.



Wednesday, May 21, 2014

Acerca de: La música en el cine según Theodor Adorno y Hanns Eisler.

El siguiente análisis sobre los capítulos 1 y 2 de el texto "El cine y la música" por Adorno y Eisler, está enfocado y aplicado al trabajo audiovisual Telesterión Onírico, sobre el que se hará referencia constante.

Como es presentado en el texto de Adorno y Eisler, el leitmotiv es una pieza musical simplificada para, con su rapidez y poca complejidad, generar recordación, es una abstracción burda que no da paso a simbolismos. El concepto se pierde dentro del leitmotiv. Pero si un leitmotiv crea una asociación, por más simple, o mediocre que sea la pieza musical ¿no es esta una asociación hacia un concepto, hacia un sentimiento o idea? Un leitmotiv representa a un personaje, así como un personaje representa a su vez un ideal o visión del mundo, sin negar que sea sacrificada calidad creativa en debido a la abstracción de la composición. 

Telesterión Onírico, es una pieza de corte experimental, con una duración de 2 minutos y 32 segundos, con un solo personaje, una bailarina, que mediante sus movimientos y danza representa la angustia y la desesperación. Este es un trabajo inspirado en las temáticas y estéticas del pintor polaco Zdzisław Beksiński, artista dentro del surrealismo o realismo fantástico, denominó sus obras como de estilo gótico y barroco aunque son obras contemporáneas desde la década de los 60 y más prolífica durante su últimos años de vida (muere el 21 de Febrero de 2005 bajo homicidio)en los que les aquejan catástrofes familiares una tras otra. Esto desencadenó en la creación de una obra triste, oscura y de temas catastróficos. En sus pinturas se resaltan las formas del cuerpo creando texturas mediante repetición , sus ambientes y situaciones son apocalípticas, la angustia del cuerpo es una constante en el trabajo de estos últimos años.

Es así que, Telesterión Onírico, es una pieza que busca reflejar esos ambientes, sensaciones y texturas mediante el color, los gestos y el movimiento del cuerpo.